“¡Madre
mía, así no puedo dormir!...
Hola,
me llamo Antonio y soy un conductor de autobús. En este momento, estoy
intentando descansar; pero, es imposible.
Son
fiestas, con todo lo que eso supone: petardos, bandas de música, gente bebiendo
y disfrutando, o sea, pasándoselo bien; mientras, que estoy aquí intentando
descansar sin conseguirlo.
Para
rematarlo, no he podido tumbarme en el maletero porque está abarrotado de
maletas y bolsas de viaje.
¡No
puedo entender por qué la genta carga con tanto! Si, realmente, se trata de un
viaje de un día. ¡Joder!
Así
que no me ha quedado otra que recostarme sobre mi asiento; mientras que los
ruidos a mí alrededor cada vez son más fuertes.
A
pesar de que llevo muchos años en este trabajo y no me sienta nada bien que mis
compañeros me llamen “el vejete”, yo, por mi parte me encuentro igual que el
primer día que me puse al volante. Es más, creo que en este momento domino a la
perfección la carretera y que los sesenta años que acabo de cumplir, aunque les
joda a algunos, realmente es como si no los tuviera. Estoy acostumbrado y
cuando digo eso, me refiero por ejemplo a este momento y el hecho de no poder
llegar a descansar del todo.
Más
tarde, si eso, me daré un pequeño paseo y me tomaré un café para despejarme,
como hago siempre.
Prácticamente,
puedo decir que me he especializado en este tipo de viajes, low cost, porque,
para qué negarlo, los largos trayectos se me hacen cuesta arriba; pero no por
eso dejan de tener inconvenientes.
Al
ser trayectos de menos de ochenta kilómetros, la empresa no me pone un
compañero para turnarnos; aunque, para mí, la peor parte sea precisamente esta,
en la que estoy ahora.
Es
duro enfrentarse a la carretera sin haber descansado lo suficiente; pero, al
abaratarse los costes, no me queda otra que descansar unas horas en este
autobús y cómo se puede ver, es algo imposible.
¡Joder
con los petardos!
Bueno,
me voy a dar una vuelta y a tomar un café, porque visto lo visto, no puedo
hacer otra cosa…”
En
este relato Antonio representa la vida laboral que hoy por hoy viven
continuamente nuestros conductores.
Lo
que Antonio no sabe todavía es que, esa misma noche, perderá la vida en una
cuneta de la carretera y junto con él, algunas personas del pasaje.
Lo
que me lleva a preguntarme, de nuevo, es por qué siempre que hay un accidente
de estas características pensamos que ha sido un fallo humano por un posible
error del conductor. Cuando realmente, lo que tenemos que preguntarnos es en
qué clase de condiciones laborales ese hombre tenía que trabajar todos los
días.
Tú,
podrías ser Antonio, de hecho, cualquiera de los miles de conductores que ahora
mismo circulan por nuestras carreteras.
No
es demagogia, es una realidad.
Una
verdad que no se quiere reconocer; aunque, sea incuestionable.
Luisa
Sempere.
Cualquiera podríamos se Antonio no somos piezas de un vehículo somos personas
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo Luisa, a veces nos encontramos estupendamente hasta que llega el momento en que estás conduciendo y la fatiga llega, a veces sin darte cuenta. El mal descansar se hace patente tarde o temprano, y no avisa en muchos casos.
ResponderEliminarFarinetti.
Exacto..en esta profesion llevamos la muerte en los dientes..por las malas condiciones..es como si les interesara no solucionarlo
ResponderEliminar