martes, 4 de octubre de 2016

45 MINUTOS.





45 MINUTOS



“Es de lo que dispongo. No más.

Sí, es cierto. Estoy durmiendo, dejándome arrastrar por el cansancio de cualquier manera, en cualquier posición. No tengo tiempo para pensármelo. Ni tan siquiera para soñar, ni poder llegar a echar de menos. No he comido, no me he aseado, no he llamado a mi mujer. Solo necesito dormir”

Estos son los pensamientos de mi marido, Juan, mientras me espera en la estación de autobuses para que haga parte de su viaje con él. No nos queda otra, porque es la única forma de poder estar más tiempo juntos. Atrás lo dejo todo, casa, niños, padres… en fin, mi vida cotidiana se pone en pausa para poder estar con él.
Solo tengo que echar un vistazo a su rostro cansado para saber que seguramente habrá acabado de parar tras cuatro horas de viaje y después de permanecer bajo un sol de justicia en un descampado durante tres horas para que le dieran el aviso de que puede cargar, porque la época en donde existían las salas para conductores ha llegado a su fin y se ve obligado a parar en cualquier sitio para poder descansar. De hecho, si llega tarde y todo está ocupado, no le queda otra que dormir a pie de carretera con todo lo que ello supone.
No deja de parecerme una ironía que todas las campañas de prevención contra accidentes se basen precisamente en la falta de atención, cuando una persona como él, prácticamente, carece de ella. Es imposible que pueda mantenerse fresco y en condiciones cuando no descansa bien. Y devora kilómetros sin poder remediar que mi imagen y la de mis hijos se vaya de su cabeza, porque sé que cualquier día y en cualquier momento puede surgir una tragedia sin poder hacer nada por remediarlo.
En cualquier momento puede dormirse y todo se habrá acabado. Está tan obsesionado con esto que ha puesto una alarma en el móvil para que suene cada cuarto de hora. Me parece brutal que un sonido que a otros les puede matar conduciendo, a  él lo salve; pero no tiene otra opción.
Quiere poder llegar hasta nosotros, podernos disfrutar. Abrazarnos, cenar juntos, ver una película en el sofá… cosas cotidianas pero que para nosotros son rotundamente únicas y especiales. ¡Qué importa que los días de descanso lo pillen en Francia! Que necesite once horas para llegar y otras once horas para volver sentado en un autobús. Horas que tiene que restar de las cuarenta y ocho que le pertenecen y que nos dejan disponible solo de veintiséis para poder tenerlo en casa.
Nada importa.
Toda su energía la emplea en combatir esos seis minutos que las estadísticas dicen que permaneces dormido antes de despertar al volante. Sí señores, seis minutos marcan la diferencia entre la vida y la muerte.
Lo que me lleva a la eternas preguntas…
¿Hasta cuando los intereses van a campar a sus anchas? ¿Qué estamos esperando para reaccionar y conseguir que todo mejore? ¿Cuántas familias van a tener que enfrentarse a su propio dolor por una pérdida?

Mientras llegan las respuestas, no me queda otra que luchar por cada kilómetro que recorre con la esperanza de que en algún momento la situación mejore y podamos conseguir una mejora laboral que nos resulta brutalmente necesaria. Por ley tenemos derecho a un trabajo digno, por mucho que quieran hacernos creer que tan solo se trata de una utopía cargada de palabras vacías.




 Luisa Sempere.

3 comentarios:

  1. Estamos viviendo en un mundo donde las personas sólo somos un número que nos identifica y un dato más en las estadísticas accidentales ,esto ay que cambiarlo y apostar por un mundo mejor donde todos tengamos un trabajo digno y equitativo con reparto de horas de trabajo y descanso familiar,no es comprensible que unos no tengan trabajo y tengan que engrosar las filas del paro y otros trabajen 15 horas para llevar un sueldo digno a casa

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  2. Estamos viviendo en un mundo donde las personas sólo somos un número que nos identifica y un dato más en las estadísticas accidentales ,esto ay que cambiarlo y apostar por un mundo mejor donde todos tengamos un trabajo digno y equitativo con reparto de horas de trabajo y descanso familiar,no es comprensible que unos no tengan trabajo y tengan que engrosar las filas del paro y otros trabajen 15 horas para llevar un sueldo digno a casa

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  3. EL problema es continuar pensando que necesitamos trabajar para vivir, cuando no es así. Es sólo una idea que se ha hecho carne en nuestra sociedad. Cuando aprendamos que en verdad es todo lo contrario, ahí podremos continuar avanzando.

    Saludos,

    J.

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